El mayor gozo de la vida lo encontramos al caminar con Dios.

Lo único que Dios ha deseado desde el principio ha sido caminar con el hombre, con su pieza maestra. Dios no está interesado en caminar con usted solamente una vez a la semana el día domingo no él desea caminar como usted diariamente.

Él Señor venía al huerto del edén en la frescura de la tarde y Adán y Eva oía el sonido de las pisadas de Dios caminando entre la vegetación del huerto. Él descendía para tener su caminata diaria en la frescura de la tarde con ellos.

Esto de caminar con Dios es un acto voluntario, nadie le exige que caminen con Dios, nadie lo fuerza, es simplemente algo que nace en el corazón.

Es tan importante entender que no es usted el que determinará la ruta o el camino por donde caminar, usted simplemente por voluntad propia escoge seguir la ruta establecida por Dios para su vida.

Se nota cuando alguien ha estado caminando con Dios hay un brillo en sus rostros, hay una autoridad espiritual en sus vidas, hay un denuedo, usted los reconoce, hay algo poderoso en el creyente cuando ha estado caminando con Dios.

¿Cómo está invirtiendo su tiempo?¿qué está haciendo con su tiempo?¿camina con Dios?¿Será el Señor Jesús la parte central de su matrimonio, de su familia, de la atmósfera en su hogar?

Dios desea formar en el creyente el carácter de su Hijo y este proceso dura toda la vida.

El apóstol Pablo predicando a su congregación allí en Galacia, con su corazón en la mano, usa analógicamente el proceso de las preñeces de una madre para simbolizar la formación de Cristo dentro de la vida del creyente y dice: “Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto hasta que Cristo sea formado en ustedes.”

Pablo sentía un dolor intenso, un dolor agudo, porque lo único que él deseaba es que ese Cristo de la gloria se forme y se desarrolle dentro del creyente. Y esto es causa de dolor. Es el dolor de un pastor de una iglesia.

Hay un Cristo formándose dentro de nosotros en día que nos arrepentimos de nuestros pecados, fuimos bautizados y sellados con el don del Espíritu Santo.

La diferencia entre el proceso de formación de la criatura en el aspecto biológico y el proceso de formación de Cristo en el creyente es que el proceso biológico sólo dura nueve meses, pero la formación de Cristo dura toda una vida.

Esta formación de Cristo en nosotros cambia nuestra vida por completo. Hay una nueva dieta que comenzamos a practicar desde el día que sabemos que Cristo se está formando dentro de nosotros.

Dentro de nosotros se está formando Aquél que es poderoso, el que nos da paz, nuestro sanador, el que nos provee. Es por eso que no podemos estar quietos o quedarnos callados.

Nuestras vidas son moldeadas por las decisiones que tomamos todos los días, buenas o malas, en la voluntad de Dios o fuera de ella. En base a conveniencia personal o en base a principios bíblicos. Una sola decisión puede alterar el curso de nuestra vida.

Nuestras vidas son moldeadas por las decisiones que tomamos todos los días, buenas o malas, en la voluntad de Dios o fuera de ella. En base a conveniencia personal o en base a principios bíblicos. Una sola decisión puede alterar el curso de nuestra vida. Para bien o para mal. Todo depende de la calidad de decisiones que tomemos. Unas son de gran impacto, otras de mínimo impacto. El efecto de toda decisión la vamos a sentir tarde o temprano en nuestra vida.

Necesitamos de discernimiento espiritual y sabiduría, antes de tomar una decisión que tenga el potencial de truncar el plan perfecto de Dios para nuestras vidas. Hay decisiones tomadas en el gusto de la carne, y estas en muchos casos con consecuencias difíciles de ser restauradas.
Caín tomo la decisión de matar a su hermano por envidia y nunca más se pudo recuperar de esa mala decisión y así murió. Lo mismo podríamos decir de Balaam, de Acan, etcétera, y no pudieron volverse de su mala decisión.

Felizmente el genuino arrepentimiento nos abre las puertas de la restauración. El hijo pródigo pudo volverse de su mala decisión, ser restablecido y encaminado en la voluntad del Padre.
Pedro también, después de su mala decisión, tuvo un recuentro genuino con Jesús y pudo rectificar su camino.
Muchas veces la presión nos puede llevar a tomar decisiones incorrectas. Esto le sucedió a Josué (Josué 9:14). El tremendo error fue tomar una decisión intelectual y hasta lógica quizás, sin consultar a Dios.

También debemos tener cuidado de tomar decisiones en base a sentimientos y emociones. Estas son fluctuantes como las ondas del mar. Muy poco confiables.

Cada decisión que tomamos es como una semilla sembrada en el tiempo y en el espacio. Según el tipo de decisión será el tipo de fruto que obtengamos.
Tomemos la decisión de estar en obediencia a la voluntad de Dios porque a los que aman a Dios todas las cosas les ayudan para bien.