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Reflexiones

Gratitud, un Estilo de Vida

Sixto Porras

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Gratitud, un estilo de vida

La gratitud, vista como un acto consciente, transforma la perspectiva y enriquece las relaciones.

Las personas más felices son las que siempre están viendo todo aquello que Dios les ha dado y no se enfocan solo en lo que les falta. Son agradecidas de las grandes y pequeñas cosas que les suceden.

La gratitud es el sentimiento que se expresa cuando una persona aprecia el favor recibido. Es un sentimiento que se expresa con palabras, con obsequios, detalles. Cuando ofrendamos a Dios o cuando levantamos nuestras manos, cuando miramos a los ojos y sonreímos, y damos gracias. Ponerle palabras a nuestros sentimientos de gratitud es algo que debemos aprender.

También expresar mi gratitud protege mis emociones de la amargura, del resentimiento, de la envidia. Si vivimos amargados es porque hemos perdido la noción de la gratitud. No se necesita tener mucho para ser agradecido, solo se requiere un corazón sensible y humilde.

El secreto de vivir juntos en la casa consiste en aprender a disimular los defectos y admirar las virtudes.

Lo opuesto a la grandeza de la gratitud es reclamar, imponer, exigir, es demandar. Esto produce falta de aprecio. Lamentablemente la gratitud no es algo que fluya naturalmente en nosotros.

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Si no nos detenemos a contemplar las pequeñas cosas de la vida y ser observadores será muy difícil la gratitud.
El secreto de vivir juntos en la casa consiste en aprender a disimular los defectos y admirar las virtudes. Esto hará grandiosa y agradable la convivencia. Al hacer prevalecer la gratitud trabajamos más fácilmente en equipo, nos ayudamos el uno al otro, reímos más, es más agradable la convivencia.

Haciendo una introspección ¿Es un lugar agradable nuestro hogar para vivir? ¿Es agradable vivir con usted?
El secreto de la gratitud es ver a Dios en todas las cosas, aún cuando no nos suceda todo lo que deseamos.

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Reflexiones

¿Qué es la humildad?

John Piper

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¿Qué es la humildad?

La humildad comienza con una sensación de subordinación a Dios en Cristo. “El discípulo no es más que su maestro, ni el siervo más que su señor.”

En 1908 el autor britano G. K. Chesterton describió el embrión de la cultura madura adolescente de hoy que se llama posmodernidad. Ya es una palabra desgastada. Algún día los lectores tendrán que buscarla en un libro de historia. Una marca de su relativismo vulgar» (como lo llama Michael Novak) es el secuestro de la palabra arrogancia para referirse a la convicción y humildad para referirse a la duda. Chesterton la vio aproximarse:

De lo que padecemos hoy es de una humildad mal ubicada. La modestia se ha mudado del órgano de ambición. La modestia se ha situado sobre el órgano de la convicción, donde nunca se intentó que estuviera. Se supone que el hombre dudara de sí mismo, pero no que dudara la verdad; esto se ha invertido exactamente. Hoy día la parte del hombre que uno siempre afirma es exactamente la parte que no debe afirmar: uno mismo.

La parte que duda es exactamente la parte de la que no debe dudar: la Razón Divina… el nuevo escéptico es tan humilde que duda si aun puede aprender… Hay una verdadera humildad típica de nuestros tiempos, pero en realidad es prácticamente una humildad más venenosa que las más audaces postraciones del ascético… La vieja humildad hacía que el hombre dudara de sus esfuerzos, lo cual quizá lo haría trabajar más arduamente.

Pero la nueva humildad hace que un hombre dude en cuanto a sus metas, lo cual lo hace dejar de trabajar del todo… Estamos encaminados a producir una raza de hombres demasiado modestos mentalmente para creer en la tabla de multiplicación.

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Lo hemos visto, por ejemplo, en el resentimiento debido a que los cristianos expresen la convicción de que el pueblo judío (como todos los demás) debe creer en Cristo para ser salvo. La respuesta más común a esta convicción es que los cristianos son arrogantes. La humildad moderna está firmemente arraigada en el relativismo que se retrae de conocer la verdad y reconocer el error. Pero eso no es lo que antes significaba humildad.

Bueno, si la humildad no es conformidad a las demandas populares del relativismo, ¿qué es? Esto es importante, ya que la Biblia dice: “Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes” (1 Pedro 5:5), y “Porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla, será enaltecido” (Lucas 14:11). Así que la humildad es tremendamente importante. Dios nos ha dicho por lo menos cinco cosas acerca de la humildad.

La humildad no siente que tiene el derecho de que la traten mejor que trataron a Jesús.

1. La humildad comienza con una sensación de subordinación a Dios en Cristo. “El discípulo no es más que su maestro, ni el siervo más que su señor” (Mateo 10:24). “Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo.” (1 Pedro 5:6).

2. La humildad no siente que tiene el derecho de que la traten mejor que trataron a Jesús. “Si al padre de familia llamaron Beelzebú, ¿cuánto más a los de su casa?” (Mateo 10:25). Por lo tanto, la humildad no paga el mal con mal. No es una vida basada en sus derechos percibidos. “Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente.” (1 Pedro 2:21-23).

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3. La humildad afirma la verdad no para reforzar el ego con el control o con los triunfos en los debates, sino como servicio a Cristo y amor por el adversario. El amor “se goza de la verdad (1 Corintios 13:6). “Lo que os digo [Jesús] en tinieblas, decidlo en la luz no temáis” (Mateo 10:27-28). “Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús.” (2 Corintios 2:21-23).

4. La humildad sabe que depende de la gracia en cuanto a todo conocimiento y creencia. “Porque… ¿qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?” (1 Corintios 4:7). “Recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas” (Santiago 1:21).

5. La humildad sabe que es falible, así que considera la crítica y aprende de ella; pero también sabe que Dios ha permitido la convicción humana y nos llama a persuadir a otros.

“Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido” (1 Corintios 13:12). “El que obedece al consejo es sabio” (Proverbios 12:15). “Conociendo, pues, el temor del Señor, persuadimos a los hombres” (2 Corintios 5:11).

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Oh, Padre, hasta cuanto esté dentro de nosotros no humillamos ante tu mano poderosa. Ten misericordia de nosotros en nuestra batalla contra el orgullo y ayúdanos a hacer morir todo lo que sea arrogante y auto exaltante en nuestras vidas. Muéstranos nuestra impotencia absoluta sin ti, y la dulzura de tu misericordia no merecida. Concédenos andar en mansedumbre y humildad de espíritu y haznos conocer la grandeza de Cristo. En su nombre oramos. Amén.

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Reflexiones

¿Cuándo Dios, Cuándo?

Joyce Meyer

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¿Cuándo Dios, cuándo?

Todo tiene su tiempo y todo tiene su hora en los propósitos de Dios. Joyce Meyer nos anima a esperar en el Señor con una buena actitud.

Si está frustrado todo el tiempo porque las cosas no están sucediendo en su tiempo o hay cosas pasando en su vida que no entiende no disfrutará su vida.
Debemos vivir lo que la biblia llama el reposo de Dios. Es un reposo especial que puede tener aún en medio de las tormentas de la vida.

No todo tiene que ser perfecto, no tiene que saberlo todo, no tiene que tenerlo todo. Reemplace todo eso con la confianza que Dios es bueno, que él sabe lo que está haciendo y que él hará lo mejor para usted en el tiempo debido.

Sé que estamos apurados. Dios no lo está. Estar frustrado por el tiempo que tendrá que esperar no hará que Dios se apure.

Usualmente debemos pasar por algún tiempo de preparación a fin de que eso suceda y no podemos saltearnos esos pasos.
No tiene que ser un tiempo de miseria si confiamos que Dios hará las cosas, no en nuestro tiempo sino en su tiempo. Solo porque usted siente que está listo de ninguna manera significa que está listo.

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Moisés tuvo el deseo de liberar a su pueblo del cautiverio en que estaban como esclavos en Egipto y él fue al desierto por cuarenta años.
Se ha dado cuenta que cuando está esperando a veces siente como que está en el desierto. Moisés se encontraba allí para entrenamiento.

La paciencia no es esperar. La paciencia es como actuamos mientras esperamos.

José espero trece años en la cárcel por algo que ni siquiera hizo, él ni siquiera era culpable.
José tuvo una actitud tan buena acerca de las cosas injustas que le sucedieron y el resultado fue que a dondequiera que él iba Dios le daba favor. No importaba donde él iba, él obtenía favor y eso puede sucedernos a nosotros si aprendemos a esperar con una buena actitud.

Mientras espera en Dios pues ayude a otro, es lo mejor que puede hacer. José hizo eso, él ayudó al panadero y al copero en prisión. Aunque ellos se olvidaron de él nunca se amargó.

Aprendamos a esperar pacientemente. La paciencia no es esperar. La paciencia es como actuamos mientras esperamos.
Abraham esperó veinte años para ver la promesa de Dios cumplida y en el proceso tomó el asunto en sus propias manos y se metió en muchos problemas.
Cuando tratamos de hacer lo que solo Dios puede hacer siempre se demora su respuesta.

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La gente que es como una estrella fugaz, un éxito de la noche a la mañana raramente perdura mucho tiempo porque no están espiritualmente preparados para manejar esa clase de atención.
En vez de decir “Dios, dámelo ahora” ore “Dios, no me lo des hasta que tú sepas que esté listo.”

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Reflexiones

El Perdón de nuestros Pecados | Efesios 1:7

John Piper

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El perdón de nuestro pecados

John Piper aborda el concepto del perdón a través de una lente teológica, centrándose en la redención y el sacrificio de Jesucristo.

“En Él tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.” Efesios 1:7
“Esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados.” Mateo 26:28

Cuando perdonamos una deuda o una ofensa o un daño, no exigimos un pago por el ajuste. Eso sería lo opuesto al perdón. Si se nos hace un reembolso por lo que hemos perdido, no hay necesidad de perdón. Ya hemos recibido el pago.

El perdón supone gracia. Si usted me hiere, la gracia lo absuelve. Yo no lo demando. Yo lo perdono. La gracia da lo que alguien no merece. Es por eso que perdonar contiene en sí la palabra donar. Perdonar no es saldar la cuenta. Es abandonar el derecho a una compensación equitativa.

Eso es lo que Dios hace con nosotros cuando confiamos en Cristo: “Todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre” (Hechos 10:43). Si creemos en Cristo, Dios deja de tomar en cuenta nuestros pecados.
Este es el propio testimonio de Dios en la Biblia. Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo (Isaías 43:25). “Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones” (Salmo 103:12).

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Pero esto crea un problema. Todos sabemos que no basta con perdonar. Podemos verlo claramente cuando el daño es grande, como un asesinato o una violación.

Ni la sociedad ni el universo pueden mantenerse unidos si los jueces (o Dios) simplemente le dicen a todo asesino o violador, “¿Lo sientes mucho? Muy bien. El estado te perdona. Quedas libre”. En casos como estos vemos que aunque la víctima puede tener un espíritu perdonador, el estado no puede ignorar la justicia.

Perdonar no es saldar la cuenta. Es abandonar el derecho a una compensación equitativa.

Así pasa con la justicia de Dios. Todo pecado es grave, porque es contra Dios. Él es aquel cuya gloria ofendemos cuando lo ignoramos, lo desobedecemos o blasfemamos. Su justicia no le permitirá simplemente libertarnos, así como un juez no puede cancelar las deudas que un criminal tiene con la sociedad.

La ofensa hecha a la gloria de Dios por nuestro pecado se debe reparar para que en la justicia su gloria resplandezca con más brillantez. Y si nosotros los criminales vamos a quedar en libertad y a ser perdonados, debe haber alguna demostración dramática de que el honor de Dios es mantenido aunque algunos que fueron blasfemos sean puestos en libertad.

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Esto es por lo que Cristo sufrió y murió. “En Él tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados” (Efesios 1:7). El perdón no nos cuesta nada. Toda nuestra costosa obediencia es el fruto, no la raíz, de ser perdonados.

Es por eso que llamamos a esto gracia. Pero le costó a Jesús su vida. Es por eso que llamamos a esto justo. ¡Oh, cuán preciosa es la noticia de que Dios no nos toma en cuenta los pecados cometidos! Y qué hermoso es Cristo, cuya sangre justificó que Dios hiciera esto.

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La oración: nuestro campo de batalla espiritual

Charles Stanley

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La oracion nuestro campo de batalla espiritual

La vida de oración es un tema central en la vida cristiana, Pablo nos recuerda que nuestra lucha espiritual no es contra fuerzas físicas, sino contra poderes malignos.

¿Por qué Satanás le da tanta prioridad a la destrucción de nuestra vida de oración? Pablo escribió: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Ef 6:12).

Los cristianos estamos en una lucha espiritual. La única vez que Satanás se preocupa por nosotros es cuando entramos en esa lucha. Ninguna otra cosa que hagamos es una gran amenaza para él. Satanás sabe que la verdadera lucha espiritual se libra de rodillas. La oración es el arma que más teme; por lo tanto, es contra la oración que él lanza su mayor ataque. Es de rodillas como se hace el mayor bien, y es de rodillas como enfrentaremos los mayores ataques.

Hubo un período de mi vida en que cada vez que me arrodillaba para orar me quedaba dormido. A pesar de que hubiera dormido bien, yo no podía permanecer despierto cuando comenzaba a orar. Hice todo lo posible por no quedarme dormido, pero no me valió de nada. Yo no tenía problema para estudiar, aun cuando me levantara temprano; pero no podía orar diez minutos sin caer rendido.

Luché con eso durante casi un año hasta que el Señor me reveló el problema. Satanás prefería que yo predicara o estudiara y no que orara. A él le encantaba que yo hiciera cualquier otra cosa que no fuera orar. Para estorbarme, me atacaba con un espíritu de adormecimiento.

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Cuando comprendí eso, le pedí a Dios que derribara esa fortaleza de adormecimiento y la sustituyera con un espíritu de agudeza mental. El problema desapareció de inmediato. Se reavivó la alegría de mi vida de oración, cesó la lucha con el adormecimiento, y una vez más entré en el fragor de la lucha.

Es en la oración donde se ganan o ser pierden las batallas.

Pablo le dice al creyente cómo prepararse para esa lucha espiritual (Ef 6:13-17). Él pone en claro que toda la armadura es indispensable para poder estar firmes. Pablo sabía que la oración era mucho más que acudir de prisa a Dios y presentar algunas rápidas peticiones. Él la veía como una lucha y nosotros también debemos verla así. Es en la oración donde se ganan o ser pierden las batallas. Por lo tanto, es indispensable que aprendamos a orar.

Satanás no sólo ataca nuestra concentración en la oración, sino también nuestra fe. Cuando oremos sin autoridad, pueden infiltrarse las dudas. Él hará todo lo que pueda para aumentar nuestras dudas y destruir nuestra fe.
Satanás usa esas dudas contra nosotros diciendo cosas como ésta: “No puedes pedirle eso a Dios. ¿Quién piensas que eres tú? Eres un simple pecador. ¿Qué te hace pensar que puedas molestar a un santo Dios con tus problemitas?”

El problema es que sin ninguna autoridad en nuestras oraciones, no podemos reprenderlo ni arrancarlo de nuestros pensamientos. De igual manera, la iglesia es impotente frente a los ataques de Satanás a menos que vuelva a tener el poder y la autoridad de Dios en sus oraciones.

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A Satanás le encantaría que la iglesia siguiera de la manera que lo ha hecho en las últimas generaciones, acercándose tímidamente a las puertas del infierno sin ningún poder eficaz. Pero la culpa la tenemos nosotros. Procuramos librar esa batalla en la carne, no en el espíritu. Estamos librando una guerra espiritual sin poder espiritual, y estamos perdiendo.

A Satanás no le preocupa cuántas veces vamos a la iglesia ni cuántos himnos cantamos. No siente amenaza por nuestras organizaciones ni por nuestros complicados mecanismos. Pero cuando el pueblo de Dios cae de rodillas, y reclama el poder y la autoridad de Cristo, todo comienza a moverse en el cielo, y todo comienza a estremecerse en el infierno.

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Creados para Adorar

Darlene Zschech

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Creados para adorar

Nuestra adoración complace al Señor. Hay una verdadera fuerza cuando los creyentes traen una ofrenda colectiva de alabanza a Dios en la iglesia.

Me fascina la sensación de mover al cielo con nuestra alabanza cuando nos unimos en fe. Me siento cautivada cuando nosotros, el cuerpo de Cristo, podemos simplemente estar juntos en Su magnífica presencia. La Palabra de Dios anima a los creyentes a continuar reuniéndose y dice: “Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.”, (Hebreos 10:24-25).

Pero también, todos debemos adorar a nuestro Rey en el lugar secreto, en el tiempo íntimo y personal, como amantes de Cristo. Debería haber tiempos de adoración de los que solo sepan usted y el Señor. Aun si usted es parte de un equipo de alabanza, sus momentos más gloriosos de adoración deben ser fuera de la plataforma, cuando usted se encuentre solo con Dios. La intimidad sincera es privada, los mejores momentos que usted pasa con su mejor amigo no son los momentos públicos. Debemos reverenciar los momentos que tenemos con Dios.

Cuando Jesús llegó a la aldea donde vivía Marta, ella le abrió las puertas de su hogar. Su hermana, María (la misma que después ungió con perfume los pies de Jesús), se sentó a los pies del Señor, escuchando lo que decía. Pero a Marta la distrajeron los preparativos que debían hacerse; finalmente, llegó con Jesús y le preguntó: “Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero solo una cosa es necesaria, y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.”, (Lucas 10:40-42).

Los mejores momentos que usted pasa con su mejor amigo no son los momentos públicos. Debemos reverenciar los momentos que tenemos con Dios.

Nosotros podemos entender la inquietud de Marta. Ella preguntaba: “¿Señor, no te da cuidado? ¿No te gusta todo lo que hago por ti?”. Desde luego que a Dios le importa; y le importa que aprendamos a hacer el único servicio que es necesario que le rindamos. María escogió estar en la presencia de Dios; escogió sentarse a sus pies, pasar tiempo en la Palabra de Dios. María escogió lo que es más necesario.

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No hay sustitutos para el tiempo que se pasa con Dios; no hay sustitutos para una relación con Cristo. Es estupendo cantar canciones hermosas acerca del Señor, pero eso no es suficiente. Adorar es hablarle al Señor con palabras llenas de devoción. Adorar a Dios es inclinarse ante Él, reverenciarlo y admirar su belleza. Veo a la adoración como un beso hacia el cielo.

La palabra adorar es un verbo, que se define como considerar con gran o extremo respeto, honor o devoción. Es una expresión activa de nuestro amor hacia Dios. Es algo vivo y visible que se revela a través de nuestras acciones y no solo a través de las palabras que hablamos.

La adoración involucra darnos por completo al Señor; esa no es una actividad ritual ni una emoción musical, es algo que personifica y refleja la generosidad desinteresada de Cristo. La adoración es un movimiento en nuestros corazones, nuestros pensamientos y nuestra voluntad, dirigido hacia el corazón, los pensamientos y la voluntad de Dios.

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Reflexiones

El Secreto al Descubierto

Cindy Trimm

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El secreto al descubierto

Todo en el universo comienza y gira en torno a dos cosas: palabras y pensamientos. Estos dos elementos forman la sustancia creativa que moldea y da forma al destino de la humanidad.

Cada uno de nosotros se convierte en la persona que es, escoge la dirección que toma y logra todo lo que hace basándose en estos dos elementos primordiales. Nuestros pensamientos, intenciones, motivaciones y aspiraciones-ya sean consideradas secretamente en el corazón, declaradas abiertamente como deseos, o escritas formalmente como objetivos-moldean y dan forma a nuestro universo personal y lo convierten en algo que es, o bien grandioso y hermoso, o vil y repugnante.

Cualquier cosa que albergues en los rincones más recónditos de tus pensamientos, tarde o temprano se revelará en el área externa mediante tus palabras o actos. Cualquier cosa que esté oculta al final saldrá a la luz. Leemos en 1 Corintios 4:5 que Dios “sacará a la luz lo que está oculto en la oscuridad y pondrá al descubierto las intenciones de cada corazón”.

Al igual que una semilla durante un tiempo está oculta bajo tierra, finalmente atravesará la superficie y su verdadera esencia será revelada. Tal como ocurre en cada semilla, hay poder dador de vida que reside en cada palabra hablada.

Tal como ocurre en cada semilla, hay poder dador de vida que reside en cada palabra hablada.

Las obras del corazón humano son el misterio más profundo del universo. En un momento nos hacen perder la esperanza de nuestra especie, y al siguiente vemos en ellas el reflejo de la imagen divina.’ -Charles W. Chesnutt

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Este principio ilustra cómo funciona la ley espiritual de la incubación y la manifestación. Todo lo que uno ve en lo natural comenzó como una semilla espiritual, es decir, como un pensamiento. La esfera temporal tiene sus raíces en la espiritual.

Agarrar esta profunda verdad espiritual te capacitará para establecer relaciones críticas que pueden transformar tu vida. Una vez que entiendas que la esfera espiritual es la “esfera causal”, comenzarás a entender el inmenso poder de tus pensamientos, ideas, palabras y oraciones: cosas espirituales que organizan, moldean y forman el estado actual y futuro de tu existencia temporal.

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