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Velad y Orad | Marcos 14:38

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Velad y orad para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está presto, mas la carne enferma.

Esta exhortación, dirigida a los discípulos en circunstancias tan especiales, en el huerto de Getsemaní, es de tan trascendental importancia, que los cristianos la debiéramos tener presente todos los días de nuestra vida. Nótese bien el remedio prescrito contra la tentación o causa de la flaqueza de la carne; velad y orad. ¿Qué es velar y orar? ¿Qué es entrar en tentación? Y ¿el espíritu presto y la carne enferma?

Velad.-El cuerpo requiere descanso por el sueño. Pero Dios nunca duerme; espiritualmente, el hombre nunca debe dormir. Velad: estar espiritualmente alerta como centinelas. Hay peligro en la vecindad. El enemigo acecha. Orad: sois pocos, flacos y perdidos sin el socorro divino. Imploradlo, en vista de vuestra condición, de vuestra situación enfrente del enemigo, del peligro.

No entréis en tentación.-No entréis: tened cuidado de no aventuraros a principiar nada dudoso que os conduzca o precipite en la tentación; pensad, de antemano, si lo que os proponéis, al fin resultará una tentación; tu propia inclinación, tú misma legítima ocupación, tu propiedad, tus amistades. En tentación: aquí se indica el acto de ser seducido o inducido a cometer el mal. Pedro, por ejemplo, poco después de haber oído la exhortación del texto, no solamente entró en la tentación, sino cayó por la tentación, cuando sacó la espada y cortó la oreja a Malco.

El espíritu presto… la carne enferma.-El espíritu, aquí, equivale, sin duda, al alma o voluntad iluminada por la gracia divina, y la carne a la naturaleza humana caída, en la medida que exista, aun en el nacido de nuevo. Esta flaqueza es la que hace posible que en la tentación caigamos, y la vida ordinaria hace necesario que velemos. Por tanto, en vista de esta flaqueza, oremos para que seamos corroborados con potencia en el hombre interior, y en vista de la tentación, velemos para que no caigamos por la astucia del tentador.

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Entrar en tentación.

No velando, y viviendo demasiado confiado en el mundo, se puede entrar en tentación o prestarse al diablo de muchas maneras. Dice un creyente: «Soy cristiano y prácticamente he amado al Señor Jesús toda mi vida; pero hace algunos días caí víctima de terribles dudas respecto a su divinidad. La causa de esto fue que, imprudentemente, leí ciertos libros, y heme allí víctima de dudas que me hacían sentirme desgraciado en extremo. No podía leer la Biblia con placer y me era difícil orar. Nótese bien esta manera, muy común, de exponer- se al tentador. Al fin, esta persona descubrió que valiéndose el diablo de la ocasión, le hizo caer en esa tentación; y clamando a voz en grito al Señor por la salvación de esa condición tristísima, fue librada de toda duda y vive feliz.

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