Reflexiones

La oración: nuestro campo de batalla espiritual

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La vida de oración es un tema central en la vida cristiana, Pablo nos recuerda que nuestra lucha espiritual no es contra fuerzas físicas, sino contra poderes malignos.

¿Por qué Satanás le da tanta prioridad a la destrucción de nuestra vida de oración? Pablo escribió: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Ef 6:12).

Los cristianos estamos en una lucha espiritual. La única vez que Satanás se preocupa por nosotros es cuando entramos en esa lucha. Ninguna otra cosa que hagamos es una gran amenaza para él. Satanás sabe que la verdadera lucha espiritual se libra de rodillas. La oración es el arma que más teme; por lo tanto, es contra la oración que él lanza su mayor ataque. Es de rodillas como se hace el mayor bien, y es de rodillas como enfrentaremos los mayores ataques.

Hubo un período de mi vida en que cada vez que me arrodillaba para orar me quedaba dormido. A pesar de que hubiera dormido bien, yo no podía permanecer despierto cuando comenzaba a orar. Hice todo lo posible por no quedarme dormido, pero no me valió de nada. Yo no tenía problema para estudiar, aun cuando me levantara temprano; pero no podía orar diez minutos sin caer rendido.

Luché con eso durante casi un año hasta que el Señor me reveló el problema. Satanás prefería que yo predicara o estudiara y no que orara. A él le encantaba que yo hiciera cualquier otra cosa que no fuera orar. Para estorbarme, me atacaba con un espíritu de adormecimiento.

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Cuando comprendí eso, le pedí a Dios que derribara esa fortaleza de adormecimiento y la sustituyera con un espíritu de agudeza mental. El problema desapareció de inmediato. Se reavivó la alegría de mi vida de oración, cesó la lucha con el adormecimiento, y una vez más entré en el fragor de la lucha.

Es en la oración donde se ganan o ser pierden las batallas.

Pablo le dice al creyente cómo prepararse para esa lucha espiritual (Ef 6:13-17). Él pone en claro que toda la armadura es indispensable para poder estar firmes. Pablo sabía que la oración era mucho más que acudir de prisa a Dios y presentar algunas rápidas peticiones. Él la veía como una lucha y nosotros también debemos verla así. Es en la oración donde se ganan o ser pierden las batallas. Por lo tanto, es indispensable que aprendamos a orar.

Satanás no sólo ataca nuestra concentración en la oración, sino también nuestra fe. Cuando oremos sin autoridad, pueden infiltrarse las dudas. Él hará todo lo que pueda para aumentar nuestras dudas y destruir nuestra fe.
Satanás usa esas dudas contra nosotros diciendo cosas como ésta: “No puedes pedirle eso a Dios. ¿Quién piensas que eres tú? Eres un simple pecador. ¿Qué te hace pensar que puedas molestar a un santo Dios con tus problemitas?”

El problema es que sin ninguna autoridad en nuestras oraciones, no podemos reprenderlo ni arrancarlo de nuestros pensamientos. De igual manera, la iglesia es impotente frente a los ataques de Satanás a menos que vuelva a tener el poder y la autoridad de Dios en sus oraciones.

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A Satanás le encantaría que la iglesia siguiera de la manera que lo ha hecho en las últimas generaciones, acercándose tímidamente a las puertas del infierno sin ningún poder eficaz. Pero la culpa la tenemos nosotros. Procuramos librar esa batalla en la carne, no en el espíritu. Estamos librando una guerra espiritual sin poder espiritual, y estamos perdiendo.

A Satanás no le preocupa cuántas veces vamos a la iglesia ni cuántos himnos cantamos. No siente amenaza por nuestras organizaciones ni por nuestros complicados mecanismos. Pero cuando el pueblo de Dios cae de rodillas, y reclama el poder y la autoridad de Cristo, todo comienza a moverse en el cielo, y todo comienza a estremecerse en el infierno.

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