Sembrar en el Reino de Dios y en la vida de los demás es esencial, recordando que lo que damos en fe será recompensado abundantemente.

Adoptar una perspectiva centrada en Dios, priorizando su lugar en nuestras vidas y mostrando generosidad tanto hacia los necesitados como hacia el Reino de Dios, es fundamental. Dios no solo nos provee lo necesario, sino que también nos bendice abundantemente, como se evidencia en las historias de Adán y Eva en el Edén, así como en las vidas de Abraham, Isaac y Jacob.

El pacto divino con Abraham destaca la promesa de una bendición espiritual y económica para él y su descendencia. La fe y la obediencia demostradas por estos hombres ante Dios les llevaron a la prosperidad, a pesar de las adversidades que enfrentaron.

Es crucial mantener nuestra mirada en Dios incluso en tiempos de prosperidad, evitando confiar en nuestras propias riquezas o habilidades. Esto implica un enfoque adecuado, dando prioridad al Reino de Dios y mostrando generosidad hacia los demás.

La historia de la viuda en 1 Reyes 17 ejemplifica la importancia de poner a Dios primero y confiar en Él durante la escasez. Su fe y obediencia resultaron en el milagro de la multiplicación del aceite y la harina, mostrando que Dios provee para aquellos que confían en Él.

Sembrar en el Reino de Dios y en la vida de los demás es esencial, recordando que lo que damos en fe será recompensado abundantemente. Debemos ser generosos y estar dispuestos a ayudar a los necesitados, siguiendo el ejemplo de Jesús y manteniendo a Dios siempre en primer lugar en nuestras vidas.

El pastor Chris a través de estas enseñanzas nos desafía a vivir de manera coherente con nuestros principios espirituales y a expresar un compromiso genuino con nuestra fe en Jesucristo.

Deuteronomio 30:15 presenta la disyuntiva entre la vida y la muerte, destacando la importancia de seguir los caminos de Dios para optar por la vida. Esta elección se remonta al relato de Adán y Eva en Génesis 2:15, donde se les otorgó la libertad de obedecer a Dios en relación con el árbol del conocimiento del bien y del mal, una decisión que impactó profundamente su vida espiritual. Este dilema se repite en nuestras vidas cotidianas, donde debemos elegir obedecer a Dios para asegurar nuestra vida espiritual y bienestar.

Mateo 7:21 subraya la necesidad de no solo reconocer a Jesús como “Señor”, sino también de cumplir con la voluntad de Dios. Esto distingue entre una fe superficial y una fe auténtica, que se manifiesta en la obediencia y la práctica constante de los principios bíblicos en nuestra vida diaria.

Pablo, en 1 Corintios 6:19, resalta que, como hijos de Dios, nuestros cuerpos son templos del Espíritu Santo y, por lo tanto, debemos honrar a Dios con nuestras acciones y comportamientos diarios. La obediencia a Dios no debe ser vista como un legalismo, sino como una expresión de amor y gratitud hacia Él.

Romanos 12:9 nos exhorta a tener un amor sincero hacia Dios, que implica aborrecer el mal y aferrarse al bien. Este amor debe ser auténtico y genuino, reflejándose en un rechazo activo del pecado y una firme adhesión a los principios de la fe en Jesús.